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Rialp editó en 1969 siete entrevistas en las que se resumía el pensamiento teológico y humano del Fundador del Opus Dei

Escrivá y la virtud del buen cristiano

San Josemaría Escrivá de Balaguer

Miriam Martínez. 23 de diciembre.

A los atracones de turrones navideños propios de esta época, la lectura de un libro delicioso, “Entrevistas con Monseñor Escrivá de Balaguer”, de la Editorial Rialp (1969), se hace casi necesaria y definitiva para alimentar nuestro espíritu y nuestra alma. Un libro no sólo del Opus Dei sino de consejos generales que nos da el Fundador de la Obra a través de las pocas entrevistas que concedió a lo largo de su vida, y que están recopiladas en este magnífico libro.

El Nacimiento de Cristo está ya muy cerca, y los cristianos debemos preparar nuestras mejores galas para recibir al Salvador. El Adviento se encarga de ello y tiene que servir para realizar momentos intensos de reflexión y pensamiento sobre lo que supone recibir y acoger a Cristo con recogimiento y pureza de corazón. Nos tenemos que hacer pequeños, humildes, y pensar que Dios se hace presente entre nosotros por Amor, y que debemos y tenemos que corresponderle en la misma medida. A ello nos puede ayudar este libro, en el que se recogen siete entrevistas que concedió San Josemaría Escrivá de Balaguer a la prensa extranjera y nacional, y en las que, a preguntas sobre lo divino y lo humano, San Josemaría contestaba a la par que con acierto y gracia con contenidos concretos y punzantes sobre la sociedad de hoy, capaces de remover la conciencia de aquel que se considere más cristiano y limpio de pecado.

De la formación cristiana hace común denominador en casi todas las entrevistas como elemento imprescindible para el cristiano. Sin una constante y renovada formación, que el cristiano debe esforzarse en adquirir y mantener durante toda su vida, los frutos que podemos dar quedan mermados continuamente. El aggiornamiento, y el afianzamiento, el compromiso del cristiano con la doctrina de la Iglesia tiene que ser constante, continuo, interiorizando de manera permanente las enseñanzas de Jesús y como consecuencia, las pautas que nos va marcado el Papa. A él se refiere también Monseñor Escrivá cuando marca como referencia fundamental para el cristiano la figura apostólica del Papa, como guía fundamental a la que tenemos que acudir cuando nos asalten dudas o pensamientos que nos alejen de la enseñaza general de la Iglesia Católica. “No concibo que pueda haber obediencia verdaderamente cristiana, si esa obediencia no es voluntaria y responsable”, afirma Monseñor Escrivá, indicando que “un cristiano no puede hacer un recto uso de la inteligencia sin la suficiente formación cristiana”.

Preguntado con todo detalle sobre la obra del Opus Dei, su autor desgrana con detalle a cada cuestión planteada cómo en 1928 concibió la Obra, que en contra de lo que muchas personas creen, no es una organización clasista de personas influyentes o ricas, sino una “organización internacional de laicos, a la que pertenecen también sacerdotes seculares, por decisión personal”. De hecho, y para información de los más escépticos, el Opus acoge en su seno a todo el que quiera adherirse, y siente la misma responsabilidad espiritual por un minero, que por un catedrático de universidad. La actividad principal del Opus Dei es dar a sus miembros, procedan de donde procedan socialmente, los medios espirituales necesarios para vivir como buenos cristianos en medio del mundo. Para conseguir la perfección cristiana en el trabajo, los socios necesitan estar formados de modo que sepan administrar su libertad con presencia de Dios, con piedad sincera y con doctrina, por eso se hace indispensable dejarse guiar por un director espiritual que nos ayude a lograrlo. En palabras de Escrivá, “el Opus Dei nace para decir a hombres y mujeres de cualquier estrato social que pueden amar y servir a Dios sin dejar de vivir en su trabajo ordinario”. Insistentemente preguntado, afirma categóricamente que el Opus Dei “no interviene ni intervendrá nunca en política, ni en ningún otro aspecto temporal, sino que sus fines son exclusivamente espirituales y apostólicos”. No sólo no controla dichas esferas de poder, sino que Escrivá afirma que “todos los miembros que tienen ese puesto de influencia social o económica, responderán de ella de manera personal, bajo su propia responsabilidad”.

Actualmente el Opus está extendido y arraigado en todo el mundo, con millones de seguidores y su labor educativa a través de colegios, centros y residencias para estudiantes no para a pesar de las dificultades iniciales que encontró para que la Obra prendiera en los hombres. Escrivá explica que se autofinancian con las cuotas propias de cada centro, además de las aportaciones que realizan sus miembros cuando llega el pago del salario mensual, y de las numerosas y cuantiosas donaciones anónimas. En todos y cada uno de los centros que posee en todo el mundo, la “unidad espiritual y la variedad en las cosas temporales son compatibles cuando no reina el fanatismo o la intolerancia”, es más afirma que en el Opus el pluralismo de ideas es, además de tolerado, querido y amado.

Las ideas plasmadas por Escrivá no se circunscriben exclusivamente a cuestiones sobre el Opus Dei. En la última de las entrevistas concedida a una publicación femenina española, se analiza el papel fundamental de la mujer como centro de la familia y pieza de cohesión entre todos los miembros. El acceso de la mujer al trabajo profesional desempeñado fuera de casa no puede descuidar, en opinión de Monseñor Escrivá, sus funciones imprescindibles como madre y esposa. La mujer no debe descuidar el desempeño de su tarea dentro de la familia y en el seno mismo del matrimonio, donde el respeto, la tolerancia y el amor conyugal deben reinar siempre.

El próximo domingo 28 los cristianos, alentados por afirmaciones y recomendaciones como las de San Josemaría Escrivá sobre la familia, tenemos una ocasión de oro para mostrar nuestra plena adhesión a sus palabras, y es que sus afirmaciones siguen de plena vigencia, actuales y resonando con el mismo eco con el que él escuchaba el sonido de las campanas de la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles en Madrid desde su pequeño despacho de la residencia de los Padres Paules.

 

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